En los seminarios y charlas a las que suelo asistir como publicista, todos los marketeros nos llenamos la boca con el consumidor, el producto, la diferenciación… Y todo suena mas o menos igual de perfecto desde el escenario hacia abajo… Pero basta que esté detrás de un carrito de supermercado en vez de una mesita con botellas de agua y cuadernos con el logo de turno, para darme cuenta como en muchos casos -no todos, menos mal!-, algunos encuentran la pepita de oro, la miran y luego la botan denuevo al rio. ¿Un ejemplo puntual? Esta maravilla de yoghurt Soprole. Lo compré apenas salió y me mató que una marca volviera a su ADN de cincuentenario productor de lácteos, con tremendo producto. «Tal como antes» Y si tienes que pagar un poco mas, pues bien: lo vale!
… O lo valÃa. Dos meses después de su rutilante aparición, este yoghurt lo unico que tiene de premium es su precio. Una porqueria aguachenta y quÃmica como cualquiera. Pero claro, igual de caro.
Plop.